Estaba
revolviendo cajones buscando algo que no podía encontrar. Abría y cerraba las gavetas
desesperadamente de forma rápida, mientras tiraba por detrás de mí, lo que a mi parecer no era lo que buscaba.
¿Dónde carambas podrá estar...? Por aquí debe de estar... en algún lado se habrá escondido.
Ahí al fondo estaba,
empaniquecido mostrando sus temblorosas piernas recogidas hacia sí, tomándolas con sus dos brazos, haciéndose una conchita al verse descubierto.
Ven. Le
ordené pedí.
Traté de ser lo más
opresora dulce posible. Seguro mi cara no lo demostraba, porque el otro, seguía ahí desconfiado.
Ven. Dije al fin con voz tranquila. Modificando mi expresión corporal.
Se
incorporó de un salto levantó tímidamente y me miraba receloso. Dió unos pasos trémulos y
por fin me miró a los ojos su mirada se encontró con la mía.
Le tendí la mano y la tomó.
En cuanto la
aferré tuve entre mis dedos, apreté los músculos y lo sostuve.
Dime tu nombre. -Le pedí se presentara-Disculpa que haya sido tan dura contigo. Es que tenía miedo de no encontrarte.
-No deberías temer- me dijo al fin. Todos lo tienen, en algún lugar de su ser, pero todos lo tienen. Mi nombre es
narrador y lo único que necesitas para encontrarme, es tomar una pluma y un papel.
Entonces entendí, y dejé de tenerle miedo a la hoja en blanco.
¿Tú ya encontraste al tuyo?