Que Tierno eres,
mi Dios chiquito,
que me cabes en el corazón tras haber creado el universo de la nada.
Qué cálida tu presencia en mi alma,
que necia, terca y acartonada, se niega a escuchar la voz del pastor que llama.
Qué dulce tu aroma,
que se confunde con los mil olores que el mundo me presenta y hacen desviar mi olfato hacia cosas que no sacian. Y ¡Qué torpe yo! que en ocasiones elijo la nada
mientras puedo elegirlo Todo.
Despierta, conciencia amodorrada, sacudete el polvo de las alas... que te espera un cielo lleno de colores y de agua que sacia.
Si sólo éso hiciéramos ya sería suficiente, voltear hacia Ti nuestra mirada.
lunes, 28 de marzo de 2011
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