lunes, 28 de marzo de 2011

Que Tierno eres,
mi Dios chiquito,
que me cabes en el corazón tras haber creado el universo de la nada.
Qué cálida tu presencia en mi alma,
que necia, terca y acartonada, se niega a escuchar la voz del pastor que llama.
Qué dulce tu aroma,
que se confunde con los mil olores que el mundo me presenta y hacen desviar mi olfato hacia cosas que no sacian. Y ¡Qué torpe yo! que en ocasiones elijo la nada
mientras puedo elegirlo Todo.
Despierta, conciencia amodorrada, sacudete el polvo de las alas... que te espera un cielo lleno de colores y de agua que sacia.
Si sólo éso hiciéramos ya sería suficiente, voltear hacia Ti nuestra mirada.