martes, 22 de febrero de 2011

* heLLo *: IF YOU COULD

* heLLo *: IF YOU COULD

Luna llena

Una de las técnicas usadas por los terapeutas es el desague. Permites que el cliente hable y hable y hable dejando que drenen las emociones, las positivas y las desfavorables.
No importa si unas ideas no empaten con las otras, lo necesario es que salga a flote desde el fondo del subconciente aquello que estaba estancado. Algo más o menos como lo que voy a hacer:
Después de la comida pregunté unas opiniones acerca del libro que escribo. Nada mejor que pedir asesoría cuando te encuentras atorada en la página doblada. Una idea aquí, otra idea allá y de repente te empiezan a surgir nuevas ideas que quisieras escribirlas cuanto antes para que no pierdas ninguna. Son las pequeñas grandes palancas en el trayecto literario. Así como cuando te refugias en otros autores para que una frase te de pie a desarrollar la trama. Hablando de pequeñas grandes cosas, me viene a la mente mi hija menor. Desde que tenía 7 años mi queridisimo esposo la llamaba mi pequeña-gran Marijó. Ayer tuve una plática un tanto subida de tono no por el volumen sino por el contenido. Y es que a veces cuesta más hacer que retomen el sendero que consideras que es el más adecuado, que permitirles que sigan haciendo lo que hacen, para seguir en ese estado cómodo de indiferencia e ingenuidad que tanto nos caracteriza.
(A algunos padres, a muuuy pocos) El sólo hecho de ver la forma en que reacciona ante las "reprimendas" basta para entender el por qué de su pequeña grandeza. Anhelo ser como niña. Anhelo la sencillez del alma cándida. Otra cosa que me viene a la mente es el que los hijos nos proporcionen tantas gratificaciones. (Y tantos dolores de cabeza, para qué negarlo) A tal grado que se pueda decir: "eres la razón de mi existencia". Eso casi siempre lo decimos por un hijo. ¿Qué cosas no hacer por aquél ser que nació de tus entrañas? Acabas pasando por alto los menosprecios y las faltas que necesariamente llegan con la adolescencia y el dolor que provoca aquél ser que un día fue la causa de tus desvelos, se va atenuando con la sonrisa que provocan sus logros y sus alegrías. ¿Se podrá sentir lo mismo por una madre? Es decir, me pregunto si aquello que sentimos nosotros por nuestros hijos sea de algún modo retribuido de forma inversa. Lo dudo. Aunque el cariño por una mamá sea grande, muchas veces la misericordia acaba teniendo medida, pero por un hijo se lo da todo. Cómo quisiera estar en una mesa panel donde hubiera diferentes opiniones y me enriqueciera con otras respuestas. Me conformo con la mía por el momento. A propósito de paneles, me he acordado mucho de mi padrino Tomás. (El podría llamarse el gran-gran Tomás) ¿Qué será de él?
Esta semana pasada tuvo grandes avances. Fueron unos días llenos de contenido y de crecimiento. (Ah, por cierto, crecer duele) Dolor, dolor... ya no he tenido la molestia aquella en la muela. Ni lavarme los dientes con cuidado hacía que no se me estremecieran todos los nervios de la encía. ¿Crees tu que tenga algo que ver la luna? ¿Te haz puesto a ver, de forma conciente, todo lo que sucede cuando sale la luna llena?