sábado, 23 de abril de 2011

Tengo una ocurrencia.
Viajé al pasado. Recorrí 365 días.
Desde el 23 de abril del 2010 comencé a tomar aquellas obras que estuvieron bien hechas, las que tuvieron un toque de amor, de entrega, de alegría, de lucha... las que fueron realizadas sin querer, pero con gusto, (creo que fueron pocas) las que fueron hechas con la completa voluntad y libertad. Las que me hicieron crecer y las que hicieron crecer a otros.
Las fui trenzando para hacer una canasta.
Algunos me decían que era tonto pensar que podía meter algo ahí, que se saldría por los agujeros que quedaban entre lazo y lazo. Que mi inexperiencia en hacer canastas era evidente.
Habías de ver las caras que pusieron cuando les dije que lo que quería era recoger luz.
Metería en mi canasta el fuego nuevo de esta noche brillante. La espera de la humanidad congelada por todo el día que se enciende gloriosa al anochecer...
A través de esos agujeros pasará la luz. Mi intención es esparcirla por el mundo al rededor de los proximos 365 días si es que Dios me da la vida.
Y haré más grande mi canasta cada año que pase. Quiero ser misionera de la luz. Derramarla con mis manos y con mi canasta...
Eso es lo que quiero hacer.

viernes, 22 de abril de 2011

Te acompaño con lo que tengo

Jesus:
Creo que nunca había hecho una carta para Ti. -No de este modo- y me parece buen día para hacerlo.
Mis sentimientos encontrados han causado revuelo en el archivo de mis sentimientos. Hay alegría, hay tristeza, hay dolor, hay gozo... ¿se puede tenerlos todos al mismo tiempo?
Lo mejor de todo es que se que sólo Tú me comprendes. Así como esté. Así como soy.
He estado recordando lo que hiciste por nosotros hace algunos años atrás (En nuestro tiempo) y de lo que fuiste capaz de entregar.
Realmente no alcanza a caber en mi cabeza.
Pero lo poquito que puedo razonar y reflexionar, lo hago.
Nunca, mi Jesús, seríamos capaces de retribuirte el amor. No podemos, tratarte como te mereces. Lo que si creo es que podemos traterte lo mejor que podamos... y es ahí donde se me estruja el corazón. Porque tantas veces podemos y no queremos. Porque tantas veces queremos, y no podemos.
Ayer te quedabas con nosotros para siempre en un trozo de pan. Y nosotros muriéndonos de hambre. Llenamos nuestros vientres... perdona que sea tan dura... y nuestros ojos, y nuestros sentidos todos, de cosas que no llenan.
Por la mañana de hoy sufrías cruentos golpes y flagelos en tu casta carne, arrancada a jirones por unos fierros punzantes... y nosotros pensando en cómo podemos divertirnos, en qué ocuparemos las horas de hoy.
Me duele, Jesús. Me duele.
Me duelo, pensando en lo que yo misma no te he acompañado, ajustandome a las leyes torpes y medidas que tenemos los hombres, con cuenta gotas.
Nos preguntamos tonterías como ¿Esto es pecado? ¿Qué tanto puedo comer en el ayuno? ¿Hasta dónde puedo llegar?
Cuando lo que pides Tú es un corazón que ame y yo lo que te ofrezco es... un corazón en preescolar. Que aprende lento y en ocasiones poco.
Te dejaste clavar, Señor, atar... Tú que eres Libre. Para que yo me pudiera soltar ¡Y me aferro!
Me da pena, Jesús, tanto Tuyo y tan poco mío.
Y me atrevo a ver a mi rededor y más me apena. Levanto arriesgada la mirada y encuentro salpicadas ofrendas, dispersadas por rincones. Lo que quisiera es agarrarlas todas y ponerlas en pila, hacer una torre gigante y trepar en ella... y ofrecértela.
Perdona Señor tanta confusión. Me recuerdas que lo que quieres son corazones que amen.
Me insistes.
Al oído y con música.
¡Es que quisiera ver ese amor en obras, Jesús! ¡Quiero darte más obras!
Mi amado.
Ahora cargas sobre tu espalda amortajada un palo que tiene grabado mi nombre.
Me acerco de puntitas y lo beso, y te beso tu hombro sangrado, y te pregunto si no pesa demasiado...
Me miras y no me contestas. Pero tu cabeza hace un ligero movimiento y no alcanzo a percibir si me dices que si, o si me dices que no.
Yo creo que si que pesa... ¡Hay tantos nombres ahí grabados!
Sin embargo la cargas y la llevas como si fuera etérea. Porque el amor Tuyo la aligera.
Veo las miradas de todos. En muchos hay brillos que te animan a seguir el Calvario y llegar hasta la cima del Gólgota. Ves hasta el fin del mundo todas las miradas.
Después de decirte cómo me siento, me siento mejor. Siempre estar contigo me produce una infinita paz.
Quedan sólo unas horas, Señor, para que estés nuevamente en la Gloria. Perdona si en ese momento somos más los que te acompañamos, es que nos da miedo el dolor.
Yo quiero...
acompañarte siempre.

jueves, 21 de abril de 2011

Un beso de despedida

Cuando Jesús salía en busca de lagartijas para jugar con su primo Santiago, María, la dulce Immi, besaba su mejilla tersa y acomodaba el manto que con el entusiasmo del juego, en ocasiones caía por la parte trasera de la cabeza rizada de su hijo.
También besaría su frente cada noche al acostarlo, mientras lo cubría con una sabana remendada por sus santas manos.
Y llenaría toda su cabeza de besos al encontrarlo tras tres días de búsqueda incesante en Jerusalén.
En cada beso exhalaba su amor de madre e inhalaba su aroma de Paz.
¿Cómo habrá sido el último beso de María, al saber que su Hijo sería entregado a la muerte? ¿Cómo sería su mirada, la calidez de su caricia?
Seguro recordaría con melancolía y añoranza las veces que su pequeño se acercaba a besarla a ella también.  Cuando Él se acercaba cansado de sus viajes y tomaba sus manos entre las Suyas. Cuando alegre la abrazaba fuertemente y le decía lo hermosa que era, lo mucho que la quería.
Hoy hace 2011 años -o tantitos más- se dio la despedida.
Ignoramos lo que se habló en ese diálogo de amor. Ignoramos si fué el silencio y las miradas lo que coronaron ese momento sagrado.
De repente vuelvo la vista de mi viaje en el tiempo y descubro grabadas en mis pupilas, la mirada de María. Penetrante.
Diciéndonos algo.
Sin hablar.
De ese beso de despedida.

Nada tan bueno como el pan

Vertí el agua caliente mientras el líquido emanaba su vapor. Batí con café y crema en polvo. Un pequeño remolino giraba a la derecha mientras golpeaba suavemente con el filo de la cuchara en el borde de la taza. Probé con un sorbo cuidadoso. Lo coloqué en el plato produciendo un exquisito sonido de porcelanas. Frente a mí estaba una canasta con una servilleta que abrí con el mismo cuidado. Dentro de ella había pan dulce. Suave. Azucarado.
Tomé una pieza. Mis dientes se encajaron entre sus esponjosos rellenos dejando unas marcas por donde fueron arrancando el trozo. De inmediato todo el sabor explotó dentro de mi paladar.
Luego un trago de café.
Cualquiera es rico. El dulce, el salado.
¿Qué tal un pedazo de birote con frijoles o con crema? ¿O una concha caliente con un poco de mantequilla?
Nadie debería negar un trozo de pan.
El pan alegra el corazón y sacude las penas...¡Y los miedos!
Es fácil de conseguir y en su mayoría, económico y fresco.
Es cómodo poder partir el pan con tus manos, y facilísimo compartirlo.
¿No hay algo de pan en cada casa? ¿Aunque sea un poco?
Una pieza de pan puede quitar el hambre. Y es tan sencillo que lo puedes acompañar con cualquier cosa: leche, agua, refresco, vino, jugo...
¡Qué versátil!
Ahora entiendo más.
Y te nos quedaste en el pan.

viernes, 15 de abril de 2011

tu olor
la textura de tu piel
el contenido de tu corazon
los mensajes que me compartes
el sonido tuyo cuando voy de una página a otra
¿qué será lo que más disfruto de ti?

matemáticas puras.

ni ganas ni tiempo de poner mayusculas, acentos o cuidados gramaticales. a lo que voy. ( y antes di que me pongo a escribir, estoy muerta de cansancio) el caso es que quiero hablar de un asunto matematico-filosofico que vengo rumiando hace aproximadamente unos cuatro minutos quince segundos.
me puse a pensar en lo que hace el paso de las horas en el ser humano. (no estoy pensando en los bultos bajo los ojos ni en los "organos" desacomodados ni tampoco en las incomodisimas y muy poco esteticas canas que se distinguen levantandose de los demas cabellos que permanecen en su lugar, afirmando como antenas que ya no eres para nada una jovencita)
mas bien pienso en lo que hace el paso del tiempo en el corazon.
observando de manera muy detallada las etapas del hombre, descubrí que el recien nacido - recien salido del amor de Dios- es un ser pacifico, sencillo, vulnerable, tierno y purisimo. van acumulandose semanas en tu experiencia y te vuelves calculador, remilgon, pelionero... vas perdiendo un poco lo que el contacto con la Vida te dejo. (no me quedo mas remedio que poner Vida con mayuscula.... no se me vaya a confundir el lector...) aun siendo niños, vamos perdiendo ese que-se-yo. ni que decir. el tiempo tambien tiene sus cositas buenas, para que negarlas. pero no me detengo ahorita en esas porque de verdad estoy cansadisima. lo curioso es que mientras mas te vuelves a acercar a la fuente de Vida, -como por ejemplo, al hacerte anciano y estar por regresar a casa- nuevamente te haces pacifico, sencillo, vulnerable, tierno... y hay quien limpia su corazon. entonces no es el tiempo. no es el 1+1+1+1+1+1+1 de los dias. es la cercania del padre. ¿opinas igual?
la proxima vez procurare no estar tan cansada para honrar la gramatica castellana.
hasta al ratito.

lunes, 4 de abril de 2011

Filosofía wojtyliana.

Me he encontrado un regalo envuelto en papeles absolutamente atractivos y brillantes. La caja era pequeña, pero su contenido no.
Dentro de él hay algo enorme y hermoso.
No tenía idea de que los encargos vinieran en paquetes. Y que deslumbraran tanto.
Cada vez que caían a mis manos palabras de Juan Pablo II, mi cabeza y mi corazón daban un vuelco extraño, palpitante, que provocaban en mí, tanto zozobra como paz. Amalgama perfecta. 100% equilibrio entre suavidad y confrontacion. Como ese sazoncillo dulzón que le puedes poner a una vinagreta.
Pues mira que decido, -hoy. Justo un día después de su 6° aniversario de su subida al cielo-, adoptar para un proyecto que Dios quiere que realice (¿serás Tu o me lo estoy imaginando?) los pensamientos del personalismo Wojtyliano.
Haré una mezcolanza fuerte, poderosa, llena de luz.
Pero es un secreto. Ojalá que cuando salga de su caparazon, estén preparados los corazones para recibirlo.
Estoy emocionada. Muy emocionada y en un cierto grado cubierta de un temorcito asustón que me plantea la idea como una utopía sacada de una manga de kimono deslavado.
Pero escucho en bajito, despaciiito, las palabras mismas de la filosofia que pretendo hacer mía: no tengais miedo... no tengais miedo...
No tengais miedo de ser testigos...
Mi Lolek. Mi gran y hermoso Lolek.

sábado, 2 de abril de 2011

Había muchas veces...

Cada vez que abría la primer página de un cuento infantil podía zambullirme en la mirada pura de los niños.
No sólo ellos viajaban con su imaginación hacia mundos increíbles sino que me llevaban con ellos adentro de un mundo que es por mucho, mejor que cualquier historia de hadas: su alegría.
Haber trabajado como cuenta cuentos y como promotora de la lectura infantil fué un regalo para mí, más que para los que me escuchaban.
Ha sido maravilloso ver que todos los niños de todos los lugares y tiempos siguen siendo los mismos.
Un cuento contado hace quince años sigue causando las mismas respuestas en los niños de hoy. Es magia pura.
No podré olvidar jamás, lo que provocó -insisto, más en mí- el osito polar de aquél maravilloso cuento, ¡uno de tantos! cuando nos narraba al oído sus aventuras en el frío.
Congeló el tiempo.
Congeló para siempre la sonrisa de Miguel y esa expresión de ¿cómo explicarlo? ¿Habrá palabra que lo describa? ... ¿gozo? fué cincelada en mis recuerdos como un regalo del cielo.
Hoy es día del cuento infantil. Hoy celebro al hada Colibrí que aletea chispeante sus alas dentro de mi espíritu y que espolvorea sus letras queriendo sacar todo rescoldo de tristeza que se haya acumulado en mi no tan nuevo corazón.
Hoy daré un vistazo a la colección que despertó emociones en todos los chiquillos que tuvieron la fortuna de escucharlos, de ver sus imágenes llenas de sabores que deleitan los sentidos, de finales felices -como deberían ser todos nuestros finales- de personajes buenos y malos, -como lo están en nuestra vida real- de moralejas que bien podrían haber sido sacadas del Evangelio.
No lo sé. No tengo la más remota idea de hace cuánto no lees un cuento.
Te invito a que lo hagas. Y si aparte de eso, sientas a tu lado o en tus piernas a un niño y con cuidado y esmero vas dando vuelta a las páginas mientras se desprende de ellas ese olor a literatura y te detienes a observar, a escuchar lo que te dice tu niño interior, te convertirás en ganador por doble partida.
Te darás cuenta como yo, que ya no se podrá decir... Había una vez...
sino, había muchas muuuuchas veces.
(Este pequeño es Miguel)
¡Colorín colorado!