No es un comercial ni anuncio un producto quema-grasa para esos kilos insufribles que nos van apareciendo al rededor del ombligo con el paso de los años... Todo comenzó por la lectura de un muy buen excelentísimo artículo que publicó uno de mis prolíficos maestros de escritura.
Resulta que éste gran señor, por muy intelectualote que sea y le coronen unas guirnaldas de sapiencia en sus neuronas creativas, escribe sencishiito sencishiito... ameno como pocos.
Dice cosas profundas y serias en un ambiente tan relajado y simple que te roba más de una risotada al leerlo. Y comenzó también, porque del lado derecho de mi escritorio, tengo una revista llamada "letras libres" que por el contrario de quien te platico, te regala ensayos complejísimos de diccionario-al-lado-porque-no-entiendes-ni-jota y ricos ¡riquísimos también! en contenidos literarios.
El caso es éste. No siempre necesitamos leer cosas que nos lleven a filosofar de tal manera que se vean condensadas las ideas y suban humeándose espesas por nuestro cerebro, en ocasiones podemos querer leer algo que te haga desatornillar (como los últimos chistes cortos que se ha encargado de poner un primo mio por FB) de la risa.
En palabras de mi queridisimo Vanier, construimos la paz cada vez que ejercemos la autoridad con amor y sabiduría. Y tú dime, ¿qué es la autoridad sino servirle, dándole aquéllo que necesita, para su bien?
Pues yo me quedo preguntándome qué necesitará hoy Roberto, Paloma, Diego, Maria José, tu y tú y tú y tú.
Ojalísimo te lo pueda dar.