Recuerdo un día que hojeando una revista National Geographic me topé con un artículo de unos alpinistas que escalaban el Everest.
En la página principal aparecía la fotografía del rostro de uno de ellos el cual había perdido ya una parte de su nariz por el frio intenso.
Su rostro gangrenado me invitó a leer unas cuantas líneas del reportaje que le habían hecho al alpinista.
Decía mas o menos así:
"En las alturas, en el frío de las montañas, si te preocupas, te mueres. Si no te preocupas, igual también te mueres, entonces elijo no preocuparme".
Me hace pensar en la realidad de la frase. Lo que va a pasar, pasa, independientemente del estrés liberado en el momento.
Lo meditaba mientras estaba enfrascada en uno de los embotellamientos más "sublimes" que he padecido, mientras observaba que la aguja de la gasolina rozaba burlona la línea de EMPTY.
Si he de llegar, llego. ¿Para qué me apuro?
Si no he de llegar, ¡no he de llegar! aunque me apure!.
Por más que repetía eso en mi ansiosa mente, seguía golpeteando el volante esperando que los cuatrocientos cincuenta y nueve trailers que estaban parados delante de mí, por lo menos dieran indicio de empezar a moverse.
Y llegué a la gasolinera.
Y también llegué a mi casa.
Cuántos disgustos y penas nos ahorraríamos si aprendiéramos a soltar más.
a confiar más.
a disfrutar más.
a gozar el frío de la nieve cayendo en nuestras pestañas y cubriendo nuestros pómulos y nariz.
porque pasa, lo que ha de pasar.
viernes, 24 de junio de 2011
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