jueves, 21 de abril de 2011

Un beso de despedida

Cuando Jesús salía en busca de lagartijas para jugar con su primo Santiago, María, la dulce Immi, besaba su mejilla tersa y acomodaba el manto que con el entusiasmo del juego, en ocasiones caía por la parte trasera de la cabeza rizada de su hijo.
También besaría su frente cada noche al acostarlo, mientras lo cubría con una sabana remendada por sus santas manos.
Y llenaría toda su cabeza de besos al encontrarlo tras tres días de búsqueda incesante en Jerusalén.
En cada beso exhalaba su amor de madre e inhalaba su aroma de Paz.
¿Cómo habrá sido el último beso de María, al saber que su Hijo sería entregado a la muerte? ¿Cómo sería su mirada, la calidez de su caricia?
Seguro recordaría con melancolía y añoranza las veces que su pequeño se acercaba a besarla a ella también.  Cuando Él se acercaba cansado de sus viajes y tomaba sus manos entre las Suyas. Cuando alegre la abrazaba fuertemente y le decía lo hermosa que era, lo mucho que la quería.
Hoy hace 2011 años -o tantitos más- se dio la despedida.
Ignoramos lo que se habló en ese diálogo de amor. Ignoramos si fué el silencio y las miradas lo que coronaron ese momento sagrado.
De repente vuelvo la vista de mi viaje en el tiempo y descubro grabadas en mis pupilas, la mirada de María. Penetrante.
Diciéndonos algo.
Sin hablar.
De ese beso de despedida.

Nada tan bueno como el pan

Vertí el agua caliente mientras el líquido emanaba su vapor. Batí con café y crema en polvo. Un pequeño remolino giraba a la derecha mientras golpeaba suavemente con el filo de la cuchara en el borde de la taza. Probé con un sorbo cuidadoso. Lo coloqué en el plato produciendo un exquisito sonido de porcelanas. Frente a mí estaba una canasta con una servilleta que abrí con el mismo cuidado. Dentro de ella había pan dulce. Suave. Azucarado.
Tomé una pieza. Mis dientes se encajaron entre sus esponjosos rellenos dejando unas marcas por donde fueron arrancando el trozo. De inmediato todo el sabor explotó dentro de mi paladar.
Luego un trago de café.
Cualquiera es rico. El dulce, el salado.
¿Qué tal un pedazo de birote con frijoles o con crema? ¿O una concha caliente con un poco de mantequilla?
Nadie debería negar un trozo de pan.
El pan alegra el corazón y sacude las penas...¡Y los miedos!
Es fácil de conseguir y en su mayoría, económico y fresco.
Es cómodo poder partir el pan con tus manos, y facilísimo compartirlo.
¿No hay algo de pan en cada casa? ¿Aunque sea un poco?
Una pieza de pan puede quitar el hambre. Y es tan sencillo que lo puedes acompañar con cualquier cosa: leche, agua, refresco, vino, jugo...
¡Qué versátil!
Ahora entiendo más.
Y te nos quedaste en el pan.