sábado, 2 de abril de 2011

Había muchas veces...

Cada vez que abría la primer página de un cuento infantil podía zambullirme en la mirada pura de los niños.
No sólo ellos viajaban con su imaginación hacia mundos increíbles sino que me llevaban con ellos adentro de un mundo que es por mucho, mejor que cualquier historia de hadas: su alegría.
Haber trabajado como cuenta cuentos y como promotora de la lectura infantil fué un regalo para mí, más que para los que me escuchaban.
Ha sido maravilloso ver que todos los niños de todos los lugares y tiempos siguen siendo los mismos.
Un cuento contado hace quince años sigue causando las mismas respuestas en los niños de hoy. Es magia pura.
No podré olvidar jamás, lo que provocó -insisto, más en mí- el osito polar de aquél maravilloso cuento, ¡uno de tantos! cuando nos narraba al oído sus aventuras en el frío.
Congeló el tiempo.
Congeló para siempre la sonrisa de Miguel y esa expresión de ¿cómo explicarlo? ¿Habrá palabra que lo describa? ... ¿gozo? fué cincelada en mis recuerdos como un regalo del cielo.
Hoy es día del cuento infantil. Hoy celebro al hada Colibrí que aletea chispeante sus alas dentro de mi espíritu y que espolvorea sus letras queriendo sacar todo rescoldo de tristeza que se haya acumulado en mi no tan nuevo corazón.
Hoy daré un vistazo a la colección que despertó emociones en todos los chiquillos que tuvieron la fortuna de escucharlos, de ver sus imágenes llenas de sabores que deleitan los sentidos, de finales felices -como deberían ser todos nuestros finales- de personajes buenos y malos, -como lo están en nuestra vida real- de moralejas que bien podrían haber sido sacadas del Evangelio.
No lo sé. No tengo la más remota idea de hace cuánto no lees un cuento.
Te invito a que lo hagas. Y si aparte de eso, sientas a tu lado o en tus piernas a un niño y con cuidado y esmero vas dando vuelta a las páginas mientras se desprende de ellas ese olor a literatura y te detienes a observar, a escuchar lo que te dice tu niño interior, te convertirás en ganador por doble partida.
Te darás cuenta como yo, que ya no se podrá decir... Había una vez...
sino, había muchas muuuuchas veces.
(Este pequeño es Miguel)
¡Colorín colorado!