jueves, 25 de noviembre de 2010

La escucha.

Incursiono en tu espacio. Me haz abierto un pedacito de corazón, por ahí me filtro. Entro descalza. Casi de puntillas. Ahí no me queda más que arrodillarme. Estoy en tu intimidad. Ahí en tus secretos, junto a tus ilusiones, alrededor de tus miedos, navegando entre tus sueños.
Que no me atreva a irrumpir tu silencio con palabras sin eco; que no te dé - yo-, bajo mi libreta de esquemas, la solución a tus preguntas.
¡Que vea cómo corre por entre tus venas, sangre nueva!
¡Que se me permita ser testigo de tu liberación, de tu soltar amarras!

Veo tu cuerpo y lo escucho. Todo él me habla.
Me cuenta los secretos que quieres callar. La sabiduría del silencio de tu boca, lo grita tu piel.
Tus manos cruzadas por fin se desligan la una de la otra, dando lugar a espacios más amplios. Respira.
La apertura de entre los músculos de las emociones, duelen. Te contraes. Respira.
Respiras.
Pero ahí estás, haciendote comunión.
Buscando la luz.
Tras el equilibrio.
Lo bueno,
lo bello...

¡Que no deje de agradecer tal don!
Que no pierda el oído y la vista,
pero desde el corazón.