jueves, 19 de enero de 2012

enero

Una mañana de un sol resplandeciente.
El cielo ausente de nubes.
El pasto verdeando con intensidad.
Un árbol frondoso y cuajado de ramas.
Un río plagado de piedras.
Mis pies -hermosos, delicados, pequeños- remojándose en el agua fresca del río.
Se movían, adelante y atrás. Adelante y atrás.
Mis ojos fijos en el fondo del agua cristalina.
De entre todas las piedrecillas, había una en forma triangular, blanca sobremanera.
La toqué con el dedo gordo de mi pié y la fuí acercando hacia mí para poderla tomar con mis manos.
¡Ésta es mi roca! -pensé- de entre todas las irrepetibles piedras, ésta es mía.
La tomé. Con todo el cuidado, con todo el amor. Como si fuera de cristal.
La abracé en mi pecho.
Meneé mi cuerpo sosteniendola, acunándola.




Te amo Roberto Casas