jueves, 1 de marzo de 2012

Erase una vez una alegría

Amanezco con una sonrisa en el alma.
Hacer lo que uno ama, y que aparte haya personas que lo aprecien es algo hermoso.
Quiero hablar de libros y de amigas. De cuál es el hilo conductor que las une.
Empiezo haciendo una analogía de lo que para mí ha significado escribir: un regalo y un placer, que se torna en plasmar, letra tras letra, el dictado de tu corazón.
Algunas me preguntan cómo hago para sacar historias y para tejer en la mente esas imágenes.
No es gran mérito en realidad. Es como elogiar una fotografía bella, cuando en realidad quien tiene la belleza es el paisaje mismo. Uno sólo lo materializa.
Vas, urgas en tus pensamientos, sacas un poco de aquí, otro poco de allá, recuerdas, imaginas, sueñas, escuchas, y tu mano va presurosa escribiendo aquello que surge del sagrado espacio de la creatividad.
Un platillo con ingredientes de calidad y delicadamente escogidos, tendrá necesariamente un buen sabor. No tanto  por quien lo elabora, sino por el ingrediente mismo. Su sabor ya es exquisito.
Creo que un poco de eso pasa con Masika, la historia contiene en sí la máxima Belleza, por ende no puede salir algo diferente.

¿Y las amigas? ¿Qué tienen que ver con ésto?
Algunas me hicieron saber que era un orgullo tener amigas escritoras. De entrada agradezco profundamente sus palabras, pero replico como el agua que se estrella en la ventana, durante una suave lluvia, que el orgullo puede quedar, en el sólo hecho de tener amigas.
Amigas.
Esas que comparten aquello que son y que reciben aquello que eres.
Aunque de cierta forma coincido en que de alguna forma, cada uno de nosotros es honrado con las actitudes del "otro". Lo que hacemos, va hilando el gran enramado de la humanidad, y lo que hagamos o dejemos de hacer a todos nos eleva  y dignifica, o nos estanca. El maravilloso efecto mariposa vibrando por siempre.
Sin lector no hay escritura. Hay solo un montón de letras sin compartir, que solitarias, se acurrucan en un rincón de la hoja esperando ser descubiertas.
Y ustedes mis amigas, han sabido acoger no solo mis palabras, sino a mí.
Y éso me honra.
Mis letras han quedado compartidas, y gozosas, empiezan a narrar:
Erase una vez la alegría....