viernes, 19 de noviembre de 2010

Enojarse tanto ¿vale la pena?

No consigo concentrarme. No después de este coraje. ¡Que se me desmoronan mis cristales!
Si el chinito Masaru me diera una revisadita interna vería un montón de células distorcionadas y casi semi podridas. Reviso lo más rápido posible el contenido textual del manejo de la ira. Me como un trozo de chocolate. Grito. Digo una que otra mala palabra... Me conecto finalmente...
ah,
empieza mi ritmo cardiaco a bajar. No te miento, no se ha normalizado, méeenos en un carácter como el mío. Pero ha bajado el punka.punka.punka de la adrenalina a máxima para convertirse en un pshhhh.psshhhh un poco más lento.
Luego me siento. abro el archivo de mi próximo libro... No puedo. Ahí las frases rotas, desequilibradas, inarmónicas no caben. No en éste.
Por eso, abro con confianza mi blog y empiezo a teclear simplemete para dar salida a este montón de iras acumuladas en un organismo que está manufacturado para la alegría.
Au! mi vesícula (inexistente) llora y se lamenta aún en el "no ser". Seguro algo dejaron los médicos al quitarmela. O es como aquello que dicen del órgano mutilado... que siente pero no está.
En fin, teclear, oir el tic tic tic de las palabras plasmandose en un espacio compartible me ha sedado un poco.
Creo que más que poner palabras por poner, cada escritor lo que hace, es conectarse con el Infinito. No es simple y llana egolatría, es la puritita verdad. Entras en el universo de tu intimidad para sacar, con delicadeza algunas veces, con desesperación otras, aquello que llevas dentro.
Vaya. ¡Que compromiso!
Por eso, el poder de la palabra.
Porque tocas un alma desde tu alma.

Te abres, te descubres, llegas, tocas, te abre, se descubre.
Y el milagro.
La comunicación entre tues que sin conocerse, han hecho conexión. A través del tiempo, del espacio, de las estúpidas barreras que hemos querido ponernos entre nosotros... eternos inconcientes.
Qué delicia tener este espacio. Qué delicia que podamos enojarnos tanto y luego tener la capacidad de resolverlo para después, disfrutar aún más, los estados de paz.
Tras estas cortas estrofitas he conseguido por lo pronto caer en cuenta de algo nuevo, y eso,
ya valió la pena.


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