Hay por el lado izquierdo, una pila, qué digo una pila, ¡pilas y pilas! de libros.
Unos, atrevidos, me guiñan el ojo. Otros me hacen manita de puerco, haciéndose los mártires olvidados.
Hay los que se mofan de mí, burlándose de mi ceguera e ignorancia, ellos, los de quineintas páginas.
También los hay soldados tímidos, que calladitos esperan su turno, respetando el tiempo de vida.
Del lado derecho está la hoja. Ya no la hoja en blanco, porque ha gandado algunas batallas y ha conseguido que plasme en ella, una que otra idea.
Pero incita a mi ombligo con sacudidas de creatividad y no me queda más remedio que despojarme de todas esas palabras que se me acumulan, más en el corazón que en la cabeza.
Y giro a un lado
y giro al otro.
¿Qué me dejan, si el día solo tiene 24 horas?
¿No se fijan, que aparte soy esposa y madre?
No. ni siquiera me escuchan.
La guerra está en pie, y me la han declarado los dos al mismo tiempo.
Me han atado con corcheas, me disparan puntos, me defiendo con signos de admiración pero los puntitos salen volando.
Me agacho entre comillas tratando de esquivar la pelea, pero he de ser sincera,
me encanta su secuestro...
miércoles, 12 de enero de 2011
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