Empezó a soplar un viento fresco y las nubes se cerraron sobre el estacionamiento de la plaza.
busqué entre las mil y un chucherías de mi bolsa las llaves del coche, mi piel se erizó con el roce del aire olor a lluvia.
Toma mi mano.
Sígueme.
Dejemos que la lluvia nos empape. Se lleve la sal del sudor que ha provocado tantas preocipaciones.
Prendamos un cigarro.
perdámonos en el rojo fluorecente del tabaco encendido, y elevémonos en cada bocanada hacia el cielo.
Corrimos un buen rato uno junto al otro, con la ropa pegada a nuestro cuerpo, dibujando nuestra silueta.
¡Qué bien se siente tenerte cerca!
Alguien sonaba el claxon para preguntarme si dejaría libre el lugar.
Borré de mi mente tu imagen.
Encontré las llaves.
Me di cuenta que la lluvia eran mis lágrimas.
jueves, 30 de junio de 2011
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