El mundo tiembla.
Tenemos miedo. ¿Quién puede decir que no?
Se sacude violentamente el centro de la tierra y causa destrozos en su tosco vaivén; las cuidades quedan rotas, igual que quedan rotos los corazones cuando tiemblan.
Ahora mismo tenemos un encargo urgente: reconstruirnos = 再建しました
Hacer conciencia y descubrir que todo aquello que nos hace temblar, que nos parte y zarandea, ha de ser sacado amablemente de nuestro interior.
El día de ayer me encontraba así: rota y temblorosa, casi como prediciendo lo que pasaría a cientos de kilómetros de distancia en una gran isla oriental. Pero bastó el amor para que las aguas se calmaran. Bastaron sus palabras, su toque, su compañía, para que mi ser herido, se fuera acomodando como se colocan las piezas de lego, una por una... hasta terminar la construcción.
No es cuestrión de horas. Es cuestión de instantes que duran toda la vida.
Y mientras la humanidad hace la misma introspección, acompañemos a aquéllos que están más dolidos, que tienen más miedo. Una sonrisa y una oración por nuestros hermanos de Japón.
viernes, 11 de marzo de 2011
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